Imagínese temer tanto por su vida y la de sus hijos que usted esté dispuesto a hacer algo que sabe que es peligro, ilegal y probablemente un fracaso. Estos son los riesgos que enfrentan muchos latinoamericanos cuando deciden abandonar sus hogares para cruzar la frontera de los Estados Unidos.
¿Qué motivaría a alguien a sacar un préstamo que probablemente nunca podrían pagar, confiar la vida de alguien a un desconocido y emprender un viaje que quizás termine en fracaso?
A continuación encontrará entrevistas con tres mujeres —todas madres de niños y jóvenes apadrinados por medio de Children International—. Estas mamás (sus nombres han sido cambiados) nos hablan sobre los factores que influenciaron su decisión de emigrar y los grandes peligros que corrieron al hacer el viaje. Dos completaron el viaje; una no fue tan afortunada.
Por último, usted podrá leer la entrevista que hicimos a un miembro de nuestro personal en Honduras, quien nos habla sobre las maneras en que Children International trata de disuadir a las familias de que ingresen ilícitamente a otros países. La buena noticia: Children International, una organización humanitaria que trabaja para erradicar la pobreza en todo el mundo mediante apoyo a los niños y jóvenes, está convenciendo más y más familias del peligro que presenta la inmigración ilegal.
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Martina: Porque no había oportunidades de trabajo en su comunidad, y él quería ayudar a la familia. El salario es muy bajo en Guatemala. Es bajo para las personas que tienen estudios y profesión. Es aún mucho más bajo para alguien que es solo un campesino.
Él llegó bien a Estados Unidos. Ya está trabajando y tiene muy buen salario. Él está viviendo con un amigo.
Hablamos cada semana por teléfono. Él está bien de salud y me cuenta cosas bonitas. Dice que en Estados Unidos la gente hasta tira la comida: ‘Vieras, mamá’, me dice, ‘aquí la gente se sirve grandes cantidades de comida y tira un montón a la basura, y de pensar que muchos en Guatemala no tienen qué comer’.
“Los salarios de aquí en la comunidad son tan poco cosa que no alcanzan para nada.”
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Somos 12 en la familia, pero en la casa solo hay 7 personas. Otro de mis hijos se migró hace años, pero él se fue a Canadá, a cultivar. Mis hijas más grandes ya se casaron y se fueron de la casa.
Coyote: Alguien que trafica migrantes a los Estados Unidos por un precio.
Él no dudó mucho tiempo. El tiempo que demoró fue el tiempo que se tardó en conseguir el préstamo personal para pagar al coyote.
Se fue solo con el coyote. Era un grupo, junto a otras personas, pero ninguno era conocido o familiar.
En realidad, muchas cosas, porque un joven desea y necesita tantas cosas que desgraciadamente uno, por la pobreza, no le puede dar. Y con los salarios de aquí en la comunidad, son tan poco cosa que no alcanza para nada. Pero uno entiende que lo que recibimos aquí [en Children International] es solo ayuda; no podemos esperar todo. La ayuda es poca, pero tampoco [CI] tienen obligación. Lo que nos dan es de buena voluntad y es un pequeño apoyo.
El viaje tuvo un costo de Q60 mil (unos US$8 mil), y lo que gana mi esposo es apenas Q800 al mes como jornalero. El préstamo fue autorizado dejando como garantía un terreno, pero con el dinero que envía mi hijo, el préstamo ya se está pagando —hasta pagando más de la cuota—.
“El viaje tuvo un costo de Q60 mil (unos US$8 mil), y lo que gana mi esposo es apenas Q800 al mes como jornalero”.
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Lo hubiera regresado. Sin duda, lo hubieran regresado, pero seguramente él lo hubiera intentado de nuevo, porque dentro de la cuota que se le paga al coyote van incluidos 2 o 3 intentos.
Por el momento no. Primero hay que pagar este préstamo.
El esposo de una de mis hijas está viviendo en Estados Unidos desde hace como cuatro años, pero ilegalmente. No tiene papeles.
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María: Por falta de recursos económicos. Él había conseguido un empleo aquí en Chimaltenango, sin embargo el pago era mínimo y no alcanzaba para el pago de las diferentes necesidades en la familia. Mi esposo abandonó a la familia y mi hijo tomó en serio el papel del padre ausente, por eso sintió obligación de buscar una oportunidad fuera del país.
El deseo de mi hijo era apoyar a sus demás hermanos para que puedan continuar estudiando. Durante el mes que tiene de estar allá [en EEUU], ya ha enviado una remesa. La mitad de la remesa sirvió para una cuota de la deuda asumida por el viaje, y la otra mitad para comprar ropa y alimentos.
Tuvimos noticias de él hasta un mes después de haberse ido, y sí se encuentra bien. Para mí fue un alivio grande haber escuchado a mi hijo nuevamente, después de un mes de no saber nada de él.
En esa primera plática él me contó todas las experiencias vividas en el trayecto. Fue un viaje duro y él tuvo mucho miedo. Él me contó que estuvo encerrado 14 días, escondido en una casa en donde había decenas de personas que también estaban viajando. Los coyotes les daban una ración de agua y un plato de frijoles y arroz, solo una vez al día. Yo doy gracias a Dios que mi hijo esté bien.
Somos una familia de 6 miembros: mis cinco hijos y yo. Yo me quedé a cargo de ellos cuando nos abandonó mi esposo hace varios años.
Cuando volvió de su primer intento, regresó irreconocible —muy delgado y demacrado—”.
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Desde hace un año atrás mi hijo estaba considerando la opción de irse, sobre todo porque el dinero no alcanzaba. Entonces él estuvo platicando con un familiar que vive en Estados Unidos —tiene más de 15 años de vivir allá— y él le ofreció ayudarle cuando llegara.
Mi hijo intentó en dos ocasiones entrar a Estados Unidos. El primer intento fue hace seis meses, sin embargo fue detenido por la policía federal en México y lo regresaron. Cuando volvió de su primer intento regresó irreconocible —muy delgado y demacrado—. Fue hasta el segundo intento que logró llegar a Estados Unidos. Mi hijo viajó con otro grupo de personas, entre mayores y menores de edad, todas guiadas por dos coyotes.
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La verdad es que los regalos básicos son de mucha ayuda. [Children International] nos ayudaban con la ropa y el calzado y los útiles escolares. Hay muchos programas para enseñar oficios, para ser líderes y para venir a leer. Pero lo que uno quiere es vivir mejor, lejos de pobreza, lejos de pandillas, y pagar lo necesario para vivir.
[Children International] enseña muchas cosas bonitas, pero de todos modos no hay oferta de trabajo, y el poco trabajo que hay es mal pagado. Lo que se necesita es dinero para pagar el alquiler y para pagar la alimentación diaria.
Se pagó un montón de dinero. Fue un préstamo, pero ahora que mi hijo ya está trabajando, se está pagando el préstamo.
“Fue un viaje duro y él tuvo mucho miedo. Él me contó que estuvo encerrado 14 días, escondido en una casa en donde había decenas de personas que también estaban viajando”.
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A mi hijo lo detuvieron en su primer intento, y lo regresaron.
Por ahora él era el único interesado en irse. Los demás hermanos pequeños están estudiando.
Hay algunos familiares. Eso fue una de las ventajas, ya que mi hijo tenía a donde ir a vivir. Sin la ayuda de este familiar, la estadía allá sería distinta, sin un lugar en donde trabajar, mucho menos en donde vivir.
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Alma: Hubo dos razones. La primera es sobre los rumores de la amnistía que les ofrece a los emigrantes que buscan asilo en Estados Unidos.
En otras palabras, si lograba cruzar a los Estados Unidos de América, y los oficiales de migración me agarraban o si me entregaba a ellos en compañía de mis hijos, y si yo tengo algún familiar en los Estados Unidos que pueda responder por mí, entonces podía optar a la amnistía o asilo, según fuese el caso. Lo que tengo entendido es que me iban a dar un permiso y con ese permiso yo estaría presentándome cada cierto tiempo a los juzgados en Estados Unidos para seguir renovando mi solicitud de amnistía o de asilo.
Y la segunda, que fue lo que me motivó y obligó a tomar esta decisión, fueron las amenazas y extorsiones que recibimos. Comenzaron a pedirme dinero, y me amenazaron con hacerles daño a mis hijos. Estoy casi segura que las amenazas vinieron del mismo sector de donde yo vivía, porque conocían muy bien todo de mí y de mis hijos.
No puedo asegurar si fueron pandilleros, si eran miembros de maras, si eran de otro tipo de grupos que se dedican a este tipo de delincuencia, o si vienen de otro lado. Lo cierto es que sí nos conocían —a mí, a mi esposo, a mis hijos y a otros miembros de mi familia—.
“Esta fue una decisión obligada ante la terrible situación de delincuencia que hay en este país”.
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Todavía tengo miedo. Nos vimos en la obligación de cambiar de casa y de comunidad. No he vuelto a recibir llamada telefónica de ellos, en parte, creo, porque cambié mi número de teléfono. En su momento, hice la denuncia ante las autoridades policiales, pero, hasta el día de hoy no hemos recibido ningún tipo de respuesta.
Ante esta situación, mi esposo tomó la decisión de que yo viajara con mis hijos a los Estados Unidos. Ya nos habían dicho sobre cómo lograr una amnistía o asilo en aquel país, y como mi esposo tiene un familiar en los Estados Unidos, que ya tiene todos sus papeles en regla —ella ya es ciudadana americana— entonces se tomó la decisión de hacer el viaje.
Yo me fui sola con mis hijos, mi esposo no pudo acompañarme, porque no podía dejar a su mamá sola, además, tenía que solventar algunas situaciones aquí en el país, de tipo legal. La idea, era, que después de dejar todos los papeles en regla, el emprendería el viaje.
Desde que salí de Honduras, en todo momento, fue difícil el viaje. Tanto físicamente, como emocionalmente, no hay nada como uno estar en su país. Es tan diferente, no es agradable, realmente es feo estar en otro país, sin conocer a nadie, sin confiar en nadie, sin tener la esperanza de alguien que le tiende una mano, una mano amiga.
Pero debo ser muy honesta. En Guatemala no es mucho, la verdad, que ahí uno puede encontrar gente que sí le tiende la mano, pero al llegar a México, todo es totalmente diferente.
“La verdad es que no hubo salida ni esperanza para nadie”.
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Llegué hasta Monterrey con mis hijos. Yo iba con un coyote, y se suponía que la gente que iba estar ese día ahí en inmigración, ya estaban pagados. El problema ese día fue que hubo un operativo sorpresa antes de llegar al puesto de migración, y ese operativo fue el que nos agarraron a mí y a mis hijos.
Recuerdo ese día —fue un viernes— y ese día se habían reunido el vicepresidente de los Estados Unidos (Joe Biden) con el presidente de Guatemala, Otto Pérez.
En México se puso bastante feo; comenzaron a hacer muchos operativos, y la verdad que no hubo salida ni esperanzas para nadie. La gente de migración es muy dura. No todos; hay unos miembros de migración que son de buen corazón, pero así también debo decir, que hay otros miembros de migración que no tienen nada en sus corazones.
“Llegué hasta Monterrey con mis hijos. Yo iba con un coyote, y se suponía que la gente que iba estar ese día ahí en inmigración, ya estaban pagados”.
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En el primer albergue donde nos llevaron fue en la ciudad de Veracruz. El mal recuerdo que tengo de ese albergue es que un día llegaron a fumigar, ante la presencia de los niños, porque no sólo puedo decir que estaban mis niños ahí, también había otros niños en ese lugar, sin embargo, llegaron y fumigaron. No les importó.
Después de unos días, nos trasladaron en autobús hacia una prisión, porque eso sí se le puede llamar una prisión, ubicada en Tapachula. Gracias a Dios que nunca me apartaron de mis hijos, porque siempre me permitieron estar con mis hijos. Pero sí el trato era feo, porque no era nada agradable.
Afortunadamente, yo andaba con dinero mexicano, y en ese lugar tenía una especie como de tienda donde yo podía comprar algunos churros, refrescos, galletas o sopas instantáneas, para dárselas a mis hijos, porque el desayuno lo venían a ofrecer hasta las 11 de la mañana, el almuerzo lo entregaban hasta las tres de la tarde, y la cena, hasta las nueve de la noche.
Y la comida que daba, realmente uno no sabe qué es, porque yo sólo sabía que eran frijoles negros licuados, porque eso me habían dicho que era, pero de lo demás o que así fuera, la verdad, no tengo ni idea.
Lo que sí debo reconocer es que a los niños les daban frutas. Y eso es lo que mis hijos comían: frutas. En mi caso, yo solo estuve con galletas y jugos, así como lo oye, galletas y jugos. Eso es lo que yo comía.
También debo dar gracias a Dios, porque mis niños nunca se enfermaron allá. Pero yo sí vi a niños enfermos, con diarrea, con vómitos, y lo que la gente de migración en México les daba era Alka Seltzer. ¿Cómo cree usted que se le va a dar una Alka Seltzer a un niño de un año? Yo no soy médico, pero sí sé que no se le debe de dar una medicina de esas a un niño de sólo un año.
Estuve un total de seis días encerrada con mis hijos.
“Nos trasladaron en autobús hacia una prisión. Gracias a Dios que nunca me apartaron de mis hijos, pero sí el trato era feo, porque no era nada agradable”.
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La idea de viajar nos tomó unas tres semanas en pensarla y hacerla realidad.
En esto no puedo decir que CI tuviese alguna culpa o que le faltase algo. Esta fue una decisión obligada ante la terrible situación de delincuencia que hay en este país, y del cual tenemos mucho temor, porque también me pongo a pensar en mis hijos cuando sean grandes y los quieran ingresar a la fuerza en grupos extraños como las maras u otros.
Mi esposo pagó US$7 mil para que el coyote nos llevara hasta los Estados Unidos y nos entregara con algún miembro de migración para que nosotros solicitásemos la amnistía o el asilo.
Mi esposo es conductor de una moto taxi. No gana mucho, y hoy está muy endeudado, porque tuvo que solicitar un préstamo para conseguir el dinero, préstamo que hoy tiene que pagar. Y eso implica levantarse muy temprano y acostarse muy tarde para conseguir todo lo que pueda de dinero para poder pagar las deudas y seguir manteniendo su hogar.
Sí. Tengo el conocimiento de varios familiares de amigos o de ellos mismos que se fueron, y hoy están allá en esas condiciones. Por ejemplo, tengo una amiga que logró conseguir la amnistía, y ella debe de presentarse cada cierto tiempo a los juzgados para su solicitud de asilo, y ya tiene más de seis meses de estar allá y no ha tenido ningún problema de tipo legal hasta el momento.
Si nosotros lo hubiésemos logrado, mi esposo se hubiese marchado después, tras lograr solventar los asuntos que le mencionaba al principio. Él hubiese tomado la decisión de irse para estar con nosotros.
Sí. La pariente de mi esposo vive en los Estados Unidos. Ella se fue hace más de 30 años. No se fue legal, pero ya hoy ella cuenta con todos sus papeles en regla. De hecho, ella ya es ciudadana americana. Lamentablemente, no nos podía pedir legalmente, porque nosotros no somos familiares directos de ella.
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Después de haber hecho un trabajo en equipo con todos los compañeros que tenemos aquí en el centro comunitario así como del voluntariado de todos estos sectores, llegamos a un total de 69 niños y jóvenes apadrinados por Children International. Aunque dentro de estos grupos que se han ido, también hemos descubierto de madres, incluso, algunas voluntarias nuestras se han ido para los Estados Unidos. Este dato está contemplado desde enero de 2013 hasta mediados de julio de 2014.
“Los riesgos más comunes son los de ser secuestrados, asaltados, violados, además del trato que reciben cuando son albergados, muchas veces, en espacios reducidos”.
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Dentro de nuestro centro comunitario, hemos comenzado una campaña de concientización, donde nos hemos hecho presentes, por ejemplo, en las asambleas con madres que se hacen de manera semanal en los distintos barrios y colonias de los sectores, y en esos espacios, hemos aprovechado para hablar con ellas y explicarles de algunos riesgos que pueden tener y mostrarles las verdades del viaje.
Sabemos que desde el momento en que salen del país y que comienzan a cruzar Guatemala y México, sabemos que los riesgos son bien grandes, principalmente por la población más vulnerable —hablamos de los niños y de los adolescentes—.
Los riesgos más comunes, y que les mencionamos a las familias constantemente, son los riesgos de ser secuestrados, asaltados, violados, además del trato que reciben cuando son albergados, muchas veces, en espacios reducidos, porque albergan un gran número de personas en espacios sumamente pequeños.
Hemos tenido la oportunidad de conversar con algunos jóvenes que han regresado y muchas veces cuentan sus experiencias a otras personas y de cómo ellos les tocó aguantar hambre en el camino.
Coyote: Alguien que trafica migrantes a los Estados Unidos por un precio.
Nosotros hemos tratado de explicarles a esas personas que su casa es un patrimonio, que les costó por un buen tiempo poderlo hacer y que no lo vaya a poner en las manos de un coyote, así por así, de la noche a la mañana, porque si los regresan, se quedan sin ese patrimonio.
Comprendemos que es bien difícil esa situación y hemos tratado de hablar con ellos y poderles explicar cuáles son los riesgos, tanto en el camino, como el de sus patrimonios.
Tenemos que luchar contra aspectos como la esperanza que les venden los coyotes a las familias. Por ejemplo, ellos venden los viajes en “paquetes”. Es decir, si en el primer intento no lograron llegar, tienen derecho a una segunda y hasta a una tercera oportunidad.
Es como una garantía, y eso genera una ilusión en las personas que piensan, ‘bueno, si no lo logro en la primera, tengo otras dos oportunidades más’.
“Hace algunos meses atrás sí era imposible convencer a una familia de no hacer el viaje. Pero ahora se han dado cuenta que los riesgos son muchos y no valen la pena”.
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Otra mentira bien vendida es que les dicen que ellos van con trabajo seguro a los EE.U.U. y es algo que no es cierto. También dicen que con llegar a cruzar y con el pequeño niño en manos, van a lograr un estatus legal en aquella nación, y eso no es verdad.
Es allí donde tratamos de orientar a nuestras familias, de capacitar con videos y materiales informativos al voluntariado, mostrarles cual es el sufrimiento que tienen los emigrantes durante el camino.
Eso va en función del tiempo, porque pienso que hace algunos meses atrás sí era imposible convencer a una familia de hacer el viaje, pero ahora que están viendo tantas deportaciones, se han dado cuenta que la población tiene que ir entendiendo que los riesgos son muchos y no valen la pena.
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