Al igual que en muchos países asiáticos, las Filipinas ha experimentado enorme desarrollo económico en los últimos años. Sin embargo, aún hay muchos filipinos que no se han beneficiado de este crecimiento y se encuentran atrapados en un círculo de pobreza generacional, tal como Justine y su familia.
Justine y su familia de cuatro integrantes viven en Manila, ciudad capital de las Filipinas y la duodécima más poblada del mundo. Al igual que muchas otras familias vulnerables en este centro urbano, Justine y su familia comparten un pequeño hogar ubicado en uno de los numerosos barrios marginales con una densidad poblacional de más de 200 mil habitantes por milla cuadrada.
Su hogar consta de dos habitaciones: un pequeño dormitorio y una sala multiuso. Justine duerme con sus padres mientras que su hermano usa la otra cama.
A pesar de sentirse afortunados de contar con agua entubada en su hogar, ellos saben que no es potable. Por eso Merlita, la mamá de Justine, guarda agua mineral para su hijo menor. "Justine bebe agua mineral mientras que el resto de la familia bebe agua de la llave", explica ella. "A veces nosotros también tomamos agua mineral, pero realmente la dejamos para Justine porque me preocupa que le haga daño a Justine. Quiero que él esté bien de salud".
Merlita es ama de casa y Justine le ayuda con los quehaceres del hogar. Joselita, el papá de Justine, se dedica a repartir periódicos. Joselita comienza a trabajar antes del amanecer y termina entre 10 y 11 de la mañana.
Aunque Joselita se siente afortunado de tener empleo estable, sus ganancias varían radicalmente. El ganar unos US$250 al mes es considerado un éxito. Sin embargo, también significa que cualquier contratiempo, tal como la necesidad de comprar medicamentos cuando uno de ellos cae enfermo, puede resultar en una crisis.
La desnutrición es uno de los principales problemas de salud que efrentan los niños de escasos recursos en las Filipinas como Justine. Mundialmente, este país ocupa el noveno lugar en el índice de crecimiento retrasado por causa de la desnutrición. Este retraso se debe a una deficiencia nutricional durante los primeros mil días de vida de un niño, lo que produce problemas fisiológicos y cognitivos irreversibles.
Asímismo, el desempleo impide que muchas familias en las Filipinas satisfagan sus necesidades básicas, como la compra de uniformes o el pago de matrículas escolares para sus hijos. El llegar a la secundaria sigue siendo un reto: Solo el 69% de los niños de familias de escasos recursos llegan a la secundaria, mientras que la tasa de asistencia escolar entre las familias más pudientes es de 94%.
A pesar de todos los obstáculos en su camino, Justine es un niño como cualquier otro. No le gusta comer verduras. (Merlita mezcla calabaza con arroz para asegurarse de que su hijo consuma su porción de verduras). También le gusta jugar al aire libre con sus vecinos, usando su imaginación con juguetes y carritos.
Su participación en el programa de apadrinamiento de Children International le ha dado mayores oportunidades de superar la pobreza. Él recibe útiles para su educación primaria, y cuenta con acceso a la biblioteca y sala de cómputo en nuestro centro comunitario más cercano a él. Si necesita ayuda con sus estudios, él puede inscribirse en clases de refuerzo escolar o un programa de lectura. Él continuará recibiendo útiles escolares cuando se matricule en la secundaria. Adicionalmente, los jóvenes tienen la oportunidad de solicitar y calificar para becas que les ayuden a completar sus estudios.
Cuando Justine esté los suficientemente grande para asistir a un instituo vocacional o pos secundario, él podrá calificar para recibir subsidios que cubran sus gastos de transporte. O bien, tendrá la oportunidad de participar en nuestro programa de formación y colocación laboral.
Estos son algunos de los muchos programas de Children International que se enfocan en ayudar a que los niños y jóvenes sean saludables, educados, empoderados y empleados para así romper el círculo vicioso de la pobreza para siempre.
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