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LEGAZPI CITY, Filipinas – Alrededor de las 2 de la tarde un viernes en febrero, una nube de humo negro tapó el cielo sobre el asentamiento conocido como Victory Village, cerca del puerto de Legazpi City. El chasquido de cables eléctricos defectuosos y el estallido de tanques de kerosén corrían por el aire, junto con el mensaje de que en el hacinado barangay, o comunidad, un incendio arrasaba rápidamente viviendas de madera y bambú.
Viel, un apadrinado de 8 años de edad, estaba en el ensayo de su primera comunión con su madre Annie cuando recibieron la noticia. Regresaron corriendo a su casa de madera y lámina. All llegar, solo encontraron una pila de escombros. El hermano menor de Viel caminó hacia ellos descalzo, con ojos abiertos, y les dijo, “Perdimos nuestra casa. Se quemó”.
La vida en Victory Village nunca ha sido fácil para Viel y su familia. Localizada dentro de los límites de Legazpi City, esta comunidad tiene 3,600 habitantes. De éstos, casi todos son pobladores informales, incluyendo 195 niños apadrinados y 173 familias apadrinadas. Según el más reciente informe del Banco Mundial, el 38% de la población urbana en las Filipinas vive en comunidades marginadas o asentamientos a partir del 2014.
En este video vea adentro de Victory Village.
La familia de Viel, al igual que otros residentes del barangay, sobrevive con pocos recursos y están familiarizados con la devastación provocada por eventos catastróficos. Además de los constantes incendios por fallas eléctricas (éste fue el tercero en los últimos años), Victory Village también enfrenta desastres naturales como erupciones volcánicas, terremotos y tifones.
Condiciones de vida precarias y un acceso limitado al agua crean aún más inestabilidad en la vida de Viel. Viviendas de madera reciclada sobre zancos flotan sobre un estanque contaminado. Viel y otros niños recorren su comunidad diariamente, cruzando tablones estrechos que sirven de puentes. Según María Lourdes, antigua directora de la agencia de Children International Bicol, otros problemas incluyen la transmisión de enfermedades contagiosas debido a la falta de saneamiento y alcantarillado, una alta tasa de crimen y actividad relacionada al consumo de drogas.
Las oportunidades de empleo también son limitadas. El padre de Viel es albañil, ganando unos $38 a la semana cuando logra encontrar trabajo. Otros residentes trabajan como jornaleros o pescadores. El ingreso familiar promedio es de $6 a $7 al día, explica Mariel Deblois, madre de un niño apadrinado y voluntaria de Children International. Debido a que muchos residentes no pueden costear las necesidades más básicas, ellos tienden a desviar agua y electricidad de otras residencias, dice Mariel. Es algo que pone en riesgo a la comunidad entera.
Con el tiempo, todos estos problemas producen un impacto duradero en los niños como Viel. El crecer en un ambiente inestable puede tener un efecto dañino en el desarrollo cerebral de un niño, algo que repercute en la adultez y limita sus opciones futuras.
“Son anormalmente silenciosos”, dice Annie, habiendo observado un cambio en el comportamiento de sus hijos. “También reaccionan con sobresalto ante cualquier estímulo, cualquier cosa que les huela a fuego”.
Los eventos traumáticos como un incendio, combinados con el estrés de vivir en situación de pobreza, provocan un constante temor en los niños como Viel.
En los últimos cuatro meses, las familias cuyas casas fueron destruidas por el incendio han llenado los refugios establecidos en la Escuela Primaria Victory Village y Barangay Hall, un centro comunitario. Respecto a Viel y su familia, ellos están viviendo con un vecino, en un mismo cuarto.
Es difícil para Annie, quien acaba de dar a luz a su quinto hijo, imaginarse un futuro para su familia ahora que han perdido su casa. Su esposo es albañil, pero el trabajo escasea. Con un ingreso diario medio de 300 pesos, o 6 USD, la familia no puede costear una reconstrucción sin apoyo del gobierno. “No sabemos qué vamos a priorizar”, explica Annie entre lágrimas. “¿Doy a luz*, o reconstruimos la casa?”.
La estabilidad, la seguridad y el apoyo médico que usted hace posible mediante el apadrinamiento son esenciales para Viel.
Actualmente apiñados en una pequeña vivienda con otras 12 personas, Viel y su familia comen y duermen en una sola habitación. Los alimentos se están volviendo escasos. Del arroz que les suministró el Ministerio de Desarrollo y Bienestar Social, hoy queda poco. Las escuelas están de vacaciones, pero cuando los hijos de Annie tengan que regresar a clases, el presupuesto familiar será aún más limitado, confiesa Annie. Pronto serán desalojados una segunda vez, cuando la casa del vecino sea demolida durante el proceso de construcción del nuevo canal.
Mientras la familia espera recibir la asistencia pública, Viel desea poder tener una residencia propia y permanente. “Me gustaría una casa de cemento… con baño, cocina y dormitorios”, dice él.
Annie sigue recalcando la importancia de pensar positivamente y enfocarse en lo verdaderamente importante.
“La vida, a pesar de ser agotadora… a pesar de no tener nada de comer”, dice ella, “por lo menos tendremos un hogar. Para mí el hogar es eso, es donde estamos completos”.
En la región de Bícol en las Filipinas, Victory Village es un asentamiento de 3,600 habitantes ubicado sobre un pantano. Según los residentes, esta comunidad ha existido desde la Segunda Guerra Mundial, época cuando el ejército estadounidense visitó el área y le dio a la comunidad este nombre.
Hoy, la mayoría de los residentes de Victory Village provienen de zonas rurales y costeras como la isla Rapu-Rapu y Manito. La comunidad tiene su propia escuela y queda cerca del centro urbano de Legazpi City; por eso las familias siguen llegando, con la esperanza de encontrar empleo estable, educación para sus hijos y una mejor calidad de vida.
Comentarios
mjohn110
sep 5, 2019
Good report. thanks for sharing.
BenNJun
sep 18, 2019
Heartbreaking story and reality. Thank you for all you do, CI!
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