Me encanta escribir y dibujar, pero dibujo mejor cuando me siento triste. También sonrío mucho, algo que aprendí a hacer de pequeña para que me dieran dulces. Hoy, como adulta y trabajando con niños vulnerables, el sonreír me ayuda a hacer bien mi trabajo. Además, veo que los niños vulnerables —a pesar de sus muchas privaciones— aún encuentran la fuerza para regalarme una sonrisa. Me alegra haber cambiado por esto una profesión en dibujo.