Yo era la niña que tenía que estudiar todas las noches a la luz de una oxidada lámpara de queroseno y caminar a la escuela todos los días con mis cortas y rollizas piernas para ahorrar dinero y comprar algo para comer en el recreo. Tuve la suerte de tener las oportunidades que tuve, y hoy cuento historias similares al mundo para ayudar a levantar el ánimo de los demás.
Cuando no estoy escribiendo o tomando fotos y videos, me paso el día consumiendo toda la cultura pop que cae en mis manos, tocando melodías aleatorias con mi ukelele y charlando con mis amigos sobre musicales, videojuegos, viajes y mi próximo color de pelo. Soy como una escena que no se puede saltar.
Ve mis historias a continuación.